Aquí os dejo el artículo que he escrito en el boletín de Cuaresma 2012, HERMANOS, sobre la Parroquia de la Concepción Inmaculada. Aunque algunos ya lo habéis leído, os lo copio aquí en el Blog.
Estimados hermanos, me presento ante vosotros en un año para nuestra Hermandad, lleno de estrenos e inquietudes. En un momento en el que debemos ser conscientes de lo que ello significa: esfuerzo, perseverancia y sobre todo, ilusión.
Es más, poseemos algo muy especial, digno de describir y sobre todo, contemplar. Un lugar de visita obligatoria no sólo cada Miércoles Santo, cimientos de nuestra hermandad, lugar de culto y reflexión. La Parroquia de la Concepción Inmaculada.
Debido a la expansión de la ciudad que se dio hacia la zona de la Cruz del Campo, se consideró de especial relevancia, la creación de una Iglesia que solventara las peticiones religiosas de los feligreses que ocupasen dicho ensanche de la ciudad. Bajo la influencia de los estilos que, como la Plaza de España de Aníbal González, viviesen los sevillanos de principio de siglo, el arquitecto D. Antonio Arévalo Martínez proyectó lo que sería la primera iglesia con advocación a la Inmaculada Concepción de la ciudad de Sevilla.
Este hecho provocó que el 9 de Noviembre de 1925, se colocara la primera piedra de la Parroquia de la Concepción Inmaculada bajo el mandato del Cardenal Ilundain, siendo finalizada el 10 de Mayo de 1929. 5 días después, se inauguraría para recibir en ella, el Congreso Mariano Hispano-Americano, actos incluidos dentro de la Exposición Ibero-Americana de 1929 que por aquel entonces sucedía en la ciudad. Para ello, párrocos venidos de América darían misa en la nueva Iglesia del ensanche de la ciudad, el barrio de Nervión.
Nuestra Parroquia está constituida por 3 cuerpos diferenciados construidos en distintos años que han ido resolviendo según las necesidades, que por aquel entonces, debía solventarse en el edificio. Se trata de la nave principal, lugar de culto junto con el campanario, la sacristía y los despachos parroquiales. El conjunto ocupa unas dimensiones de 23,60 m de ancho medidos en la fachada de la calle Cristo de la Sed y una longitud de 46,20 m, en la Avda. Cruz del Campo.
Pero, si observamos con detenimiento nuestra Parroquia, podremos ver elementos que pasan desapercibidos ante nuestros ojos debido a su inaccesibilidad o simplemente, porque no nos fijamos.
En su interior, si miramos hacia arriba y más allá de la bóveda de cañón que se eleva sobre nosotros, se encuentra la cubierta de la Parroquia. Un aro de luz que se divisa al ascender por la pequeña escalera escondida en el campanario mientras nos acompaña un tic tac proveniente del reloj traído del Ayuntamiento. Será una nueva perspectiva del barrio la que divisemos en el final del trayecto, una altura considerable que fue un objetivo buscado para que la Parroquia fuera divisada desde los diferentes puntos del barrio.
En ella, flamígeros que se elevan hacia el cielo en forma de llama, coronarán la cubierta haciéndola más alta si cabe, asemejándose a los que se encuentran en la Capilla del Sagrario de nuestra ciudad.
Sin poder intuirlo siquiera, una pequeña ventana del centro de la cubierta, nos daría paso a un espacio oscuro y difícil de acceder tan peculiar y tan importante en diversos momentos del año. El lugar desde donde el equipo de priostía hace posible que se eleve nuestro titular para colocarse en su paso cada cuaresma. Una estructura metálica que soporta la bóveda de cañón de la nave principal y que si miras desde la nave verás unas pequeñas perforaciones como si de “mirillas” se tratasen.
Ya en el exterior y ante la mirada de todo aquel que se sitúe bajo sus pies en la fachada, se encuentra la Inmaculada Concepción, réplica de la original de Alonso Cano y que, con tanto mimo se venera en el interior. Azucenas que la guardan, ángeles que la custodian en un friso singular, pájaros que se elevan, cornisas que la bordean… elementos que forman las fachadas de ladrillo visto labradas minuciosamente con detalles difíciles de ver desde la calle.
Dimensiones y elementos que hacen posible que ante la luz de la mañana, un espacio de silencio y reflexión se abra ante nosotros para contemplar su interior. Sentimientos y emociones que asociamos a ese pequeño rincón, escalón o banco que hacemos nuestro cada Miércoles Santo a la espera de finalizar la ansiada estación de penitencia y entrada de nuestros titulares. Momento de recogimiento y descanso. Lugar de oración.
Por eso hermano, te invito a que la contemples, la valores y busques en cada rincón todas aquellas cosas que no te habías fijado antes.
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