viernes, 29 de julio de 2016

El Secreto de la modelo extraviada (Eduardo Mendoza)

Después de leer Sin noticias de GurbEl Misterio de la cripta embrujada y La aventura del tocador de señoras no podía contener las ganas de leer El secreto de la modelo extraviada. Desde su publicación, fue deseo de compra en varias ocasiones. Hasta que finalmente, allá por el mes de Enero, los Reyes Magos (que son mágicos y todo lo averiguan) dejaron en mi casa este deseado regalo. 

Y fue así, como siempre me pasa, que acabó en mi mesita de noche. Pasaron meses y meses hasta que por fin, pude comenzarlo. Como digo, siempre me pasa igual. Es tan grande mi lista de espera de lecturas que pueden pasar meses desde que obtengo el libro y lo leo. Aunque algunas veces, se cuelan de manera desinteresada (o interesada) algunos títulos.

Vamos allá con D. Eduardo. Como era de esperar, en mi humilde opinión, se trata de un libro rápido y fácil de leer. De hecho, tan rápido, que creo que hay veces que se me escapan algunos detalles. No llego a entenderlos. Es como un hilo de historias que brotan de su mente relacionados con su ciudad predilecta y en las que nos adentramos en cada libro. Ese de hilo de historias se encauzan con las peripecias del afamado y circunstancial "detective" anónimo del que ya conocemos muchas de sus hazañas. En esta ocasión, ha vendido su peluquería a un bazar chino, en el que pidió que lo contrataran. Es ahí, donde mi querido autor hace al personaje recordar e intentar resolver un asesinato realizado 20 años atrás. 

Una modelo apellidada Baxter fue asesinada cercano a su casa. Un asesinato en el que se vio envuelto el anónimo detective de manera accidental persiguiendo el rastro de un perro. ¿De un perro? Si, si, de un perro al le había mandado buscar mediante una misión policial. 

Y como yo cada vez que leo, ubico a los personajes en mi mundo fantasioso, esta vez me veía andando al personaje por el Parque Amate de la ciudad de Barcelona. Como si el cachito de parque lo hubieran trasladado a Barcelona.

Me imagino al nuestro querido personaje llamando al perro a través del Parque y durmiendo en cada arbusto. Fue así, como consiguió despistar a su archiconocido Comisario Flores para investigar sobre el caso en el que se había visto envuelto. Para ello, recurre a su amiga la señorita Westinghouse, o como se llame (porque vaya el nombre) para que lo ayude. Pero no una señorita cualquiera, un travesti que me lo imagino escalando en sus tacones para subirse a ellos.

A través de un enrevesado nudo, D. Eduardo nos hace pasar unos ratos bastante entretenidos. Relatos satíricos y cargados de información que seguro que si leemos entre líneas nos dicen más cosas de las que entendemos a simple vista. 

Admiro como es capaz de transmitirnos la Barcelona modernista de su mente en la que existen varios escalones sociales. Personajes como el de la señorita Westinghouse, o como se llame, que 20 años después ya no escalaba a sus tacones sino que se había convertido en militar. Hechos que dejan al lector con esa cara de "eins" o de "cómo se le ha ocurrido esto, a este tío", simplemente, me encanta. Ahora que lo he acabado, me arrepiento de no tener un lápiz al lado cada noche y subrayar esos magníficos párrafos.

Y aunque sus libros nunca pasan indiferentes ante mí, sin negar que se trata de un magnífico relato. Me sigo quedando con alguno anterior. Quizás, con La aventura del tocador de señoras. Aun así, lo recomiendo.

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