sábado, 13 de agosto de 2016

Si tuviera que escribir sobre la música...

Si tuviera que hablar sobre música clásica, lo haría cerrando los ojos, dejando volar al viento mi mente. Con unos auriculares donde el silencio invadiera el comienzo del viaje. 

Comenzarían a sonar leves notas de un piano (Nocturne op.9, 2 (Frédéric Chopin) o incluso Claire de Lune (Debussy)) junto a violines que mantuvieran una conversación al piano. (Violin concerto in D Major Op.35 (Tchaikovsky)


Sería ahí cuando dispuesta con un traje de gala y mi galán del brazo sonaría el vals a modo de película (Jazz Suite No. 2: VI. Waltz No. 2 (Dmitri Shostakovich)). Bailaríamos hasta que sonaran las 12 campanadas y como Cenicienta tuviera que abandonar el baile para cambiar mi rumbo.


¿Pero habría tragedia en este viaje? Juzguen ustedes, con Andante cantabile con alcuna licenza llegamos a la Symphony No.5 in E Minor, Op. 64 que no es ni más ni menos que Romeo y Julieta. (Symphony No.5 in E Minor, Op. 64, TH 29: II. Andante cantabile con alcuna licenza (Tchaikovsky))


O incluso, bailaría a solas como frágil bailarina. (Romeo y Julieta Overture)


También dejaría brillar la voz de soprano para intentar alcanzar las nubes mientras levitamos al son de Lacrimosa. (Requiem in D Minor: Lacrimosa (Mozart)).


Abrir los ojos y rozar las teclas de mi gran amor, el piano,  (Angustia (romanza sin palabras) (Isaac Albéniz))  para reiterar que la música forma parte de nuestras vidas y me acompaña en esta tarde de escritura frente a la pantalla del ordenador.



Continuará...

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